la hacienda y la deuda pública nacional

Nueva Troya-meses de octubre/noviembre

Hace ya un tiempo que nuestra ciudad se halla dividida en su opinión.

El tema que suscita tanto divisionismo, es el de la hacienda nacional, y su consiguiente renta que

concurre, como es lógico, a solventar ese heroico tanto como oneroso estigma : la deuda pública.

Han sido los fatigosos esfuerzos y urgencias de los exércitos revolucionarios, los que en un principio provocaron esa necesidad imperiosa de créditos. Más luego, ya independientes, no fué la sagrada llama de la libertad, sino que esos altos designios con que se fue vaciando el tesoro republicano, fué trocado en turbias financiaciones usureras, de expediciones militares punitivas al extranjero.

Este panorama, es cierto, nunca llegó a inquietar a la oligarquía nacional, a las pocas "familias" de nuevatroyanos, que acumulando durante décadas, se hicieron casi propietarios de todo el producto bruto que nuestra tierra generaba.

Todo cambió, cuando los buques extranjeros, las flotas sus legiones arribaron al rio de la plata, en busca de seguridades mercantiles. Allí comenzó a inclinarse la balanza en favor de la enajenación de la deuda pública en conversiones a deuda externa.

Avanzada ya la breve historia de nuestra nación, sucesivas generaciones de financistas del clan usurero criollo, firmaron empréstitos y canjes de deuda con los eurpoeos.

Este espejismo de salvación, permitió el reflote de nuestras rentas, colocando al país en el ámbito de las jóvenes naciones del mundo, cuyas economías dependían extremadamente de los bancos y las financieras británicas , francesas, y norteamericanas.

Así fuimos transformados en un estado semidependiente, una colonia disfrazada en plaza financiera internacional con puerto franco y tierras libres de impuestos, apetecibles al inversor extranjero.

Este fué, y es el panorama, en el marco del cual, han surgido numerosas figuras señeras en el arte de los negocios de renta y hacienda.

Particularmente mencionaremos a un hombre cuya actuación hasta la fecha, lo coloca en el prestigioso pedestal de prohombre de nuestras finanzas.

Si todos los indicadores son fehacientes, nuestro hombre será pronto la máxima figura de nuestro próximo gobierno constitucional, y le corresponderá la responsabilidad de mantener la renta y la balanza financiera en su justo término.

A través del ministerio al que seguramente accederá, imploramos a la providencia, él pueda resolver los conflictos de intereses, la usura que en nuestros días hace trastabillar la estabilidad de nuestra floreciente nación septentrional.

Le deseamos suerte en la tarea.